8b
dove2

La Misión Católica de Lengua Española en Heilbronn

El Rey también fue un emigrante
Jaime Peñafiel
Es deseo del Grupo Popular que en el proyecto de ley del Estatuto de los Emigrantes figure un recordatorio de que el Rey Juan Carlos también fue un emigrante. Como los cientos de miles de españoles que se fueron del país buscando, no una mejor calidad de vida, sino simple y sencillamente poder seguir viviendo.
 
Lo suyo, lo de su familia, lo de la familia real, fue otra cosa: emigrantes a la fuerza, emigrantes a los que el Régimen no les permitía regresar a su país; emigrantes al fin.
 
Desde que el abuelo Alfonso XIII se vio obligado a abandonar España por el triunfo, de la noche a la mañana, de la República, varios fueron los países europeos en los que la familia real intentó rehacer su vida: Inglaterra, Francia, Suiza, Italia...
 
Algunos posiblemente desconozcan que, al igual que sucedía y sucede en la familia de emigrantes-inmigrantes, los cuatro hijos de los Condes de Barcelona nacieron en el exilio.
 
Y en el exilio crecieron y en el exilio se educaron. Incluido el hoy Rey Juan Carlos, romano de nacimiento y que vino al mundo, en 1938, cuando la mitad de los españoles se mataban con la otra mitad.
 
No era un emigrante de lujo, económicamente hablando. La familia habitaba un modesto piso de un edificio en la Via Parioli, en cuyos bajos había abierto al público una peluquería, una perfumería y una droguería.
 
El único palacio que Juanito frecuentaba, cuando le invitaban, era el de sus primos los Torlonia, que sí eran ricos de verdad.
 
Desconozco cómo estaba amueblada la vivienda romana. No sería peor que la que años después tuvieron en la localidad portuguesa de Estoril, en la que el dormitorio que Juanito compartía con su hermano Alfonsito tan sólo tenía dos catres y sin cabecero.
 
Villa Giralda era tan sólo un chalecito, más que modesto, con el único valor añadido de su carga política, que lo convirtió en un santuario objeto de peregrinaciones de los que encendían una vela a Dios y otra al diablo. Por lo que pudiera pasar. Incluso aportaban pequeños óbolos para que la familia pudiera vivir con dignidad.
 
No sólo vivían en la más absoluta desnudez del derecho, sino también de lo demás.
Las familias reales en el exilio, trabajar, lo que se dice trabajar, más bien poco. Sobre todo entonces. No se estilaba, lo cual hacía difícil mantener el estatus. Sobre todo cuando, como en el caso del Conde de Barcelona, que se encontraba en expectación de destino, un destino que dependía de la voluntad de un viejo general que... le engañaba.
 
Estas cortes en el exilio suelen ser lo más parecido a la corte de los milagros. Porque de milagros vivían todos los reyes emigrantes a la fuerza.
 
La vida del emigrante-exiliado Juan Carlos de Borbón y Borbón no fue una vida fácil. Como la de ningún emigrante-inmigrante.
 
Por ello se merece, con todo el derecho, figurar en el Estatuto de los Emigrantes.